Era un mundo de sueños, donde el Norte no existe y las brújulas apuntan hacia el corazón de las personas felices.
Un día cualquiera, un visitante, sin saber como, llegó a ese lugar. Solo iba de paso, sin intenciones de quedarse.
Al pasar de las horas, tuvo una sensación de plenitud que jamás había esperimentado. Intrigado por aquella sensación decidio investigar de aquel lugar.
Vano fue su intento, pues aquel lugar no figuraba en ningún mapa y tampoco estaba documentado en ninguna guia de viaje.
Decidido a encontrar la razón de su forma de sentir y tomó rumbo a la biblioteca de la gran ciudad a buscar más información.
Empacó sus cosas, tomó la brújula y emprendió su viaje. Sin embargo, sin importar el camino que tomaba, irremediablemente volvía a la orilla del mar de aquel pueblo misterioso.
Luego de muchos intentos, se detuvo a mirar a su alrededor y descubrió a un anciano de blanca barba que le observaba desde la sombra de un árbol.
¿Porque no puedo salir de este lugar? Le preguntó al anciano. ¿Acaso he perdido mi rumbo?
El viejo le miraba sonriendo, sin decir palabra mientras jugaba con una rama haciendo dibujos sobre la arena.
El viajero inició nuevamente su viaje y regresó al mismo lugar. Decidió buscar al anciano para interrogarle nuevamente, sin embargo éste ya no estaba.
Se acercó al lugar donde el viejo se sentaba para curiosear y se encontró escrito en el suelo lo siguiente:
No encontrar el camino no es perder el rumbo, no siempre las señales te llevan donde debes ir, solo tu corazón sabe donde realmente quieres ir...
ホセ
El camino es nuestra intuición…aquella que mana del corazón, y que nos lleva de la mano a tantos y tan distintos caminos…
ResponderEliminarMuy buena historia, con una certera y bella reflexión…
Un placer visitarte, José!!
Mil Bsoss!!
Me alegra que te haya gustado Ginebra.
EliminarMuchas gracias por tu visita.
Un placer saborear esta reflexión!
ResponderEliminarUn abrazo!